RESTOS ARQUEOLÓGICOS SOSTIENEN INMUEBLES PATRIMONIALES EN LA CIUDAD DE MÉXICO

Publicado el 03 Diciembre 2019
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• Los desniveles que existen en las calles de la metrópoli tienen relación con estructuras enterradas que forman parte del patrimonio arqueológico, pero pueden afectar el patrimonio cultural construido posteriormente y que se halla sobre ellos

Con el uso de tecnología de vanguardia, el arqueómatra Luis Barba Pingarrón ha estudiado un cúmulo de sitios arqueológicos enterrados en Coyoacán, Churubusco, en la Plaza Tolsá y otras calles del Centro Histórico, y ha demostrado que existen desniveles, que son observables y medibles, tienen relación con estructuras enterradas que forman parte de nuestro patrimonio arqueológico, pero pueden afectar el patrimonio cultural construido posteriormente, y que se halla sobre ellos.

El patrimonio cultural de los mexicanos está formado por estos lugares que son analizados por diversos especialistas, con distintos objetivos, en una labor interdisciplinaria. Barba Pingarrón trabaja en el Laboratorio de Prospección Arqueológica del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, y utiliza una metodología de alta tecnología para estudiar estos espacios enterrados.

Este método ha permitido determinar un sinnúmero de lugares con vestigios arqueológicos debajo de las calles de la Ciudad de México y de otros espacios dentro y fuera del país, como en Chile, Turquía e Israel, sin necesidad excavaciones.

“La arqueología mexicana tiene un proceso evolutivo muy largo, y como parte de él, en la pasada década de los setenta, inició la aplicación de la ciencia a la arqueología de una manera más formal y rigurosa”, recordó el investigador que tuvo oportunidad de trabajar con Jaime Litvak, reconocido como el impulsor de la aplicación de las ciencias en la arqueología, sobre todo en el ámbito universitario.

La instrumentación que ocupa el doctor Barba es considerada no invasiva, permite una visualización similar a la de un ultrasonido, ayuda a entender y reconstruir la posición y las características de las edificaciones que quedaron sepultadas bajo las ciudades. Las herramientas que utiliza son el georradar, la resistividad eléctrica y la resistencia electrostática.

El georradar utiliza ondas electromagnéticas para detectar restos enterrados de la misma forma en que los radares localizan aviones en el aire. Las otras dos técnicas eléctricas miden la dificultad que tiene la corriente eléctrica para recorrer el subsuelo si encuentra restos enterrados que impiden su paso.

Las técnicas de prospección arqueológicas iniciaron en contextos rurales, donde se obtenían mejores resultados que en los centros urbanos que presentaban problemas de interferencia adicionales. Esta situación empezó a cambiar a inicios del presente siglo, pues las técnicas mejoraron, dejaron de tener sensibilidad a las interferencias ocasionadas por los campos magnéticos, la electricidad, el metal y otros materiales concentrados en las grandes ciudades. Por tanto, empezaron a ser aplicables también en ambientes urbanos.

En la charla El estudio de los restos arqueológicos en la Ciudad de México, dentro del Programa Universitario de Estudios de la Ciudad (UNAM), Luis Barba habló de las experiencias exitosas que ha tenido con su metodología, por ejemplo, en la ciudad de Mérida, donde a partir de un levantamiento realizado en 1930 se pudieron observar desniveles topográficos en la superficie de las calles y de algunos predios del centro histórico.

La información se retomó y la hipótesis con la que se trabajó fue que en los lugares señalados debían estar restos arqueológicos enterrados que se podían estudiar con la técnica de radar. Las zonas en las que se identificaron reflexiones indicaron presencia de restos, pero también la formación de hoyos “que probablemente formarán o están en proceso de formar cenotes, lo cual tiene una implicación para la seguridad de los habitantes que están sobre un terreno tipo kástico, que los pone en riesgo permanente de hundimientos”.

Otra experiencia exitosa fue la ubicación de los restos arqueológicos de un convento franciscano construido en 1572 en la ciudad de Penco, antigua capital de Chile, que quedó destruida en 1751 por un temblor de fuerte magnitud y. posteriormente, cubierta por los sedimentos derivados del impacto de un tsunami.

Estos ejemplos son referencia del vasto trabajo que ha realizado el doctor Barba en otras ciudades aprovechando distintas condiciones, pero al hablar de las características de la Ciudad de México, reconoció que son particularmente complicadas.

La Ciudad de México y sus desniveles

El Centro Histórico de la Ciudad de México fue parte del gran islote de México-Tenochtitlán, el cual estaba unido por calzadas a las poblaciones localizadas a la orilla de los lagos, los cuales presentaban distintos niveles de profundidad, en los de poca profundidad, al poniente, se facilitaba la acumulación de tierra, sedimentos y materiales (que dieron pie a la formación de islotes).

Con base en un plano reconstructivo de la región de Luis González Aparicio, basado en evidencias históricas y algunas excavaciones arqueológicas, se ha podido reconstruir la zona, material que ha sido fundamental para proseguir con otros estudios.

A finales de los años 30 del siglo pasado, se empezaron a elaborar registros de hundimientos importantes en el centro de la Ciudad de México, que registraba entonces 2,239 metros sobre el nivel del mar, pero años después, en 1985, indicaba 2,232 metros sobre el nivel del mar, una diferencia de siete metros como consecuencia de la extracción de agua del subsuelo, que inició en 1940 y continúa de manera intensa.

Pero toda la Ciudad no se hunde a la misma velocidad, hay puntos en donde es más lento el proceso y son aquellos sitios en los que se pueden observar elevaciones cuando se camina por las calles, por ejemplo, en el Centro Histórico.

El edificio del antiguo Palacio de la Escuela de Medicina, hoy Museo de la Medicina, tiene un registro de velocidad de hundimiento que muestra que de un lado se hunde más que de otro, lo que provoca un desnivel. Este fenómeno ocurre en una gran cantidad de edificios de la zona.

“En este inmueble utilicé el radar en patios y corredores, y encontramos que en donde se hunde menos existen debajo restos arqueológicos. Se encontraron varios puntos con la misma evidencia, pero donde no hay material arqueológico se hunde un poco más rápido”, explicó el especialista.

El físico Marcos Mazari, quien fue un destacado investigador emérito de la UNAM e integrante de El Colegio Nacional, explicaba el fenómeno de los terrenos pre-compactados en la Ciudad de México.

La pre-compactación se registra porque alguien en algún momento aplicó carga sobre determinados terrenos y los compactó, fueron estructuras arqueológicas que ahora están cubiertas por otros sedimentos, y lo que ocurre es que lo que ya había sido pre-compactado no se hunde a la misma velocidad que lo que no fue o no ha sido pre-compactado.

Esta explicación técnica permitió entender al doctor Barba las elevaciones en las calles. Los edificios patrimoniales concentrados en su mayoría en el Centro Histórico están siendo afectados por ese hundimiento diferencial. Este tipo de desniveles se puede apreciar, por ejemplo, cuando se avanza en un auto y ya no se ve del otro lado de una elevación, pues hay un desnivel de 1.5 m.

Esta condición afecta de manera diferente a los edificios que están a los márgenes de estas calles: unos se deforman, otros se colapsan, y otros más resisten, pero presentan grietas permanentes. Estos desniveles con temblores de cierta magnitud someten a las estructuras que están sobre ellos a un esfuerzo adicional porque se hallan sobre un terreno heterogéneo y se comportan de distinta manera ante la onda sísmica y corren más riesgo de ser afectados.

Existen los desniveles originados por creación de los islotes prehispánicos en Mixuca, Zacahuitzco, Tetepilco, Ticomán, Coyoacán y Mexicalzingo que continuaron después como barrios coloniales y en la actualidad son colonias, lo que muestra que no es un fenómeno concentrado en el Centro Histórico, sino que está en todo lo que fue la zona de islotes de lo que antes fue un gran lago y ahora es parte de nuestra ciudad.

Ahora se sabe que los desniveles topográficos son causados por la presencia de restos arqueológicos bajo el pavimento. “En imágenes antiguas a principios del siglo veinte las calles se ven planas y horizontales, pero en las de 1980 y 1990 se muestran los desniveles que comienzan a aparecer y esto se ha ido acentuado porque se sigue extrayendo agua del subsuelo”, apuntó.

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