ISLAS DE CALOR, UN EFECTO MÁS QUE EXACERBA EL CAMBIO CLIMÁTICO EN LAS CIUDADES

Publicado el 12 Septiembre 2019
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A estos fenómenos se les asocia a los procesos de urbanización. Para la Ciudad de México se propone recurrir a árboles con características específicas para su mitigación

Abril y mayo son los meses más calurosos del año en la Ciudad de México y, en general, lo son para todo el país. En el medio ambiente existe un fenómeno conocido como islas de calor, zonas en las que la temperatura es más alta que la de sus alrededores, aunque también se establecen en las ciudades y son llamadas islas de calor urbanas.

En el primero de los casos, el sitio se autor regula a partir de las propias características físicas y ecológicas del suelo y su entorno, pero en las urbes las condiciones son diferentes, como las causas que las originan y los efectos que ocasionan.

En la zona metropolitana de la Ciudad de México es posible identificar varias islas de calor, es decir, un archipiélago donde destacan la zona de la Reserva del Pedregal de San Ángel, en el sur de la ciudad, que por ser suelo rocoso es más caliente que sus alrededores. En época de frío es una isla de calor natural, como las islas oceánicas, incluso existen islas en los desiertos, aunque también hay también artificiales como una planta termonuclear o las termoeléctricas.

El sitio más cálido de la Ciudad es el Centro Histórico, según los análisis de datos generados por las estaciones de la RedMet o Red de Meteorología y Radiación Solar de la Sedema en la zona de La Merced, que siempre registra la temperatura más cálida, la que luego va disminuyendo conforme se aleja del lugar.

“El Centro Histórico es el centro de una isla de calor urbana, es un mecanismo que surgió luego de haberse desplazado la cobertura natural original por una de asfalto y concreto, lo que dio paso a que la energía solar se redistribuyera”, señaló Víctor Barradas Miranda, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM.

¿Cuál es el mecanismo por el que se registra una mayor temperatura en ciertos lugares originando el fenómeno? La respuesta a esta pregunta es que principalmente deja de haber evaporación del agua, un refrigerante superficial. En un sistema natural, eso es normal porque los árboles transpiran, con lo que se logra un mejor equilibrio térmico que en la ciudad, en la que al limitarse la evaporación propicia que el aire se caliente, porque el flujo de calor sensible se incrementa. Esta es la razón por la que la temperatura es más alta en el área urbana, principalmente en el centro de la ciudad.

Desde la perspectiva del especialista el fenómeno es un, las islas de calor es un claro ejemplo de cambio climático, porque además de modificar la temperatura, también cambia la precipitación por el aumento de la convección o flujo de calor sensible; altera la humedad del aire, que al elevarse la temperatura lo hace más seco; afecta los patrones del viento que, combinados con la estructura de la ciudad, genera que se vuelvan más turbulentos, deformándose por la rugosidad del tejido urbano.

“En el centro, la ciudad tiene una mayor demanda evapotranspirativa (pérdida de humedad de una superficie por evaporación directa junto con la pérdida de agua por transpiración de la vegetación), pues la temperatura es más alta y la humedad más baja, lo que provoca que la atmósfera sea ávida de agua, y se presente un potencial mayor consumo de agua, por lo que la extrae de donde puede, la obtiene incluso de la gente, y esto es un efecto directo en las personas”.

¿Cómo hacer frente al tema en la Ciudad de México? Uno de los aspectos a atender es reducir la carga de calor, restituyendo o aumentando la evapotranspiración, pues es el principal rubro que cambia en los procesos de urbanización, y si se corrige esta variable, se puede mitigar.

Barradas Miranda propone como mejor opción “llenar de árboles la ciudad”; implementar una estrategia de restitución de la vegetación, pero él prefiere utilizar el concepto de superficies evaporantes, porque una fuente o un cuerpo de agua también podrían tener una contribución en el proceso de evaporación.

Dentro del mundo vegetal los árboles son los mejores entes para regular la evapotranspiración, porque a través de los estomas (pequeños poros localizados en la superficie de las hojas) sale vapor de agua y entra bióxido de carbono (CO2), formándose así un flujo regulado de vapor de agua.

Para este proceso las membranas de las hojas de los árboles deben estar húmedas para que el CO2 se difunda al interior, hacia el cloroplasto, por lo que se necesita que las membranas sean permeables y eso se logra con agua. Si la membrana se llega a secar el proceso no se realiza. El oxígeno es un desecho de la planta, sin embargo, es el vapor de agua lo que invierte la planta permitiendo la difusión del CO2, que la hoja se enfríe y mantenga temperaturas adecuadas para no dañar el aparato fotosintético, y de este mecanismo de la naturaleza se puede tomar ventaja.

“Los estomas actúan dependiendo de la oferta de agua: si falta se cierran y si no, se abren. Esto ocurre con la mayoría de las plantas, regulando así la salida de vapor, mientras que un cuerpo de agua (una fuente) no lo regula, no lo controla, se evapora y ya”, explicó el especialista en microclimatología y ecofisiología de comunidades vegetales naturales y urbanas.

Por otro lado, los árboles brindan el efecto de la sombra, la cual no influye mucho en la temperatura, pero sí en el índice de confort de las personas, “por eso tiene varias ventajas en pensar en la vegetación urbana como superficies evaporantes y mitigadoras de las islas de calor”.

Los árboles que son los mejores aliados En su último trabajo sometido para publicarse, Víctor Barradas propone la creación de parques modulares, que son áreas de 50x50 metros para las que se toman en cuenta las características transpiratorias de las plantas.

Se trata de un diseño con una propuesta estética desde el punto de vista de la arquitectura del paisaje en la que se incluyen seis especies arbóreas: Populus deltoides, Alnus acuminata, Celtis occidentalis, Liquidambar styraciflua, Quercus rugosa, Ficus benjamina, Ligustrum lucidum, todos con alta capacidad de enfriamiento y pueden mitigar con gran eficiencia la isla de calor, incluso pueden también contrarrestar el cambio climático global, destacó el investigador.

Este parque modular puede tener la misma capacidad de enfriamiento que la que tiene el parque Luis Gonzaga Urbina (Parque Hundido), en la alcaldía Benito Juárez.

El beneficio de este tipo de parque es simple: mitigar las islas de calor urbanas, pero además generar otros beneficios relacionados con la productividad de las personas y su salud; también absorbe contaminantes y, reducir el fenómeno, disminuye el uso de aparatos de aire acondicionado, lo que llevaría a disminuir el consumo de energía y la generación de gases de efecto invernadero.

El doctor Víctor Barradas Miranda comentó que el haber profundizado en el conocimiento de la interrelación planta-atmósfera y el uso del agua por la vegetación, así como de comprender esta problemática, se hizo posible la creación de un modelo teórico para hallar y proponer una solución. “A partir del conocimiento de las especies, de cómo trabajan los estomas, de conocer sus capacidades en favor de un ecosistema, es como se pueden impactar las causas y los efectos de las islas de calor”.

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