GENES Y MEDIO AMBIENTE, PRESENTES EN LAS ENFERMEDADES CRÓNICAS NO TRANSMISIBLES

Publicado el 27 Abril 2022
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• La genética de las enfermedades puede modificarse, exponen expertos en una nueva sesión del Seminario Prevenir es Vivir

Los factores hereditarios y los asociados a la inactividad física, así como una dieta insana, elementos determinantes para padecer hipertensión, fueron analizados por los expertos en una nueva jornada del Seminario Prevenir es Vivir. En esta ocasión, participaron dos expertos del Instituto Nacional de Medicina Genómica (INMEGEN), los doctores Alfredo Hidalgo Miranda y Rafael Velázquez Cruz.

El encuentro, coordinado por la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (SECTEI) tuvo como temática ¿Nuestros genes y el ambiente pueden llevarnos al desarrollo de hipertensión?

La doctora Ofelia Ángulo Guerrero, subsecretaria de Ciencia, Tecnología e Innovación de la SECTEI, moderadora del evento que tuvo lugar en el PILARES San Juan Tepepan, recordó que la hipertensión es un problema de salud que afecta a la población nacional y mundial.

A esta condición están asociadas la obesidad y el sobrepeso, con estadísticas alarmantes en México, y que tuvieron una implicación importante en la pandemia por COVID.

En su mensaje introductorio, el doctor Hidalgo Miranda, director de Investigación del INMEGEN, señaló que, prácticamente, todas las enfermedades en el ser humano presentan dos componentes esenciales: por un lado la información genética con la que se nace, y por el otro la manera en que interactúan los genes, unidades físicas básicas de la herencia.

Muchos padecimientos complejos como diabetes, obesidad e hipertensión, señaló, tienen un componente hereditario, codificado en nuestros genes. “Si a lo anterior sumamos el ambiente, es decir, una mala alimentación, o nula actividad física, el riesgo genético con el que nacemos se potenciará”.

Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), detalló que nuestro cuerpo está constituido por aproximadamente mil millones de células con el manual completo de instrucciones para crearnos y desarrollarnos llamado genoma, conformado por la totalidad de DNA contenido en la célula. “Con una muestra de sangre o de saliva de una persona, en el INMEGEN podemos analizar su DNA e identificar las variantes que pudieran o no estar asociadas a enfermedades”.

Autor de 77 artículos, el doctor Hidalgo explicó que son cuatro las moléculas que componen el DNA: Adenina (A), Timina (T), Guanina(G), y Citosina (C). “Si realizáramos la secuencia del genoma, pero además pudiéramos escribirlo e imprimirlo en hojas bond tamaño carta, sería una imagen aburrida de cuatro letras con una extensión tan larga como la altura de la Torre Latinoamericana de la Ciudad de México”.

Por su parte, el doctor Velázquez Cruz, adscrito al Laboratorio de Genómica del Metabolismo Óseo del INMEGEN, aseguró que, con relación al desarrollo de hipertensión se pueden modificar ciertos aspectos, como el estilo personal de vida y así estar en la posibilidad de controlar la enfermedad.

El valor más elevado lo determina la presión sistólica (cuando el corazón se contrae o late) y el valor bajo, que lo define la presión diastólica (cuando el corazón está en reposo, entre latido y latido). Se requiere conocer los valores de al menos siete días para ofrecer un diagnóstico certero.

Velázquez Cruz destacó que la situación con base en los datos del Instituto Nacional de Salud Pública y su Encuesta Nacional de Salud y Nutrición no es alentadora, pues en 2012 la cifra de personas con hipertensión fue de 9.3 millones, mientras que para 2018 aumentó a 15.2 millones individuos.

Asimismo, hizo referencia a los datos de 2020, cuando se observó que la diferencia entre quienes la padecían más, hombres o mujeres, no fue tan marcada, “pero lo que llamó la atención es que fue detectada en el grupo de 20 y 39 años. Este padecimiento aumenta el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular, infartos, fallo renal y ceguera debido a la obstrucción de los vasos sanguíneos que tienden a ser más tensos, al no llegar suficiente sangre y oxígeno a los órganos.

Entre los síntomas más comunes están: dolor de cabeza, mareo, zumbido, problemas de visión y hemorragia nasal; y en casos más graves, náuseas y vómitos, describió.

“La inactividad física, el estrés, la obesidad, el sobrepeso, el tabaquismo, el consumo excesivo de sal (sodio) y de alcohol, así como la edad son factores que promueven su desarrollo”.

Para controlarla, finalizó el investigador, es recomendable consumir frutas, verduras y hortalizas frescas, frutos secos crudos o tostados sin sal, carne blanca, pescado azul y blanco, legumbres, y cereales. Deben evitarse los alimentos preparados o en conserva, las carnes grasas, embutidos, quesos curados, mantequillas, pastelería, bebidas alcohólicas, alimentos con exceso de sal, así como verduras y hortalizas precocinadas o congeladas.