LA MUERTE EN EL MUNDO PREHISPÁNICO Y COLONIAL

Publicado el 10 Junio 2021
WhatsApp Image 2021-06-10 at 09.19.24.jpeg
WhatsApp Image 2021-06-09 at 12.58.29.jpeg
WhatsApp Image 2021-06-09 at 12.58.30.jpeg
WhatsApp Image 2021-06-09 at 12.58.32.jpeg
WhatsApp Image 2021-06-09 at 12.58.32 (1).jpeg
WhatsApp Image 2021-06-10 at 09.19.23 (1).jpeg
WhatsApp Image 2021-06-10 at 09.19.23 (2).jpeg
WhatsApp Image 2021-06-10 at 09.19.23 (3).jpeg
WhatsApp Image 2021-06-10 at 09.19.23 (4).jpeg

• Los doctores Alberto Soto Cortés y Sara Baz Sánchez de la Universidad Iberoamericana participaron en la sesión del Seminario México Tenochtitlan. Siete siglos de historia, organizado por la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (SECTEI)

En una nueva sesión del conversatorio México Tenochtitlan. Siete siglos de historia, los expertos que en esta ocasión fueron los doctores Alberto Soto Cortés y Sara Baz Sánchez, ambos de la Universidad Iberoamericana, disertaron sobre la muerte en el mundo prehispánico y colonial.

En el mensaje de bienvenida del foro organizado por la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (SECTEI), la doctora Alma Herrera Márquez, directora general del Instituto de Estudios Superiores Rosario Castellanos (IESRC), externó que después de más de un año de confinamiento por la pandemia logramos concebir la certeza cercana sobre el sentido de la vida, pero también de la muerte.

En su participación titulada “La muerte en la sociedad prehispánica y en la cultura occidental de la Nueva España”, el doctor Alberto Soto Cortés, actual director del Departamento de Arte, de la Universidad Iberoamericana (Ibero), aseguró que leer, escuchar o discutir sobre la muerte en las sociedades prehispánicas es un acontecimiento común, sobre todo en el marco de celebraciones populares en torno a conmemoraciones del llamado Día de Muertos.

Doctor, maestro y licenciado en Historia, por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Soto Cortés apuntó que la muerte como una realidad, como un fenómeno en torno al cual se construyeron ritualidades, ha sido mirada de manera muy reduccionista, e incluso, maniquea.

“Un ejemplo de esto es la idea que predomina sobre un mundo indígena que contribuyó con todo su haber cultural al desarrollo de prácticas en un proceso de mestizaje con sus saberes”. El también investigador en temáticas relacionadas con el Mercado y Legislación del Arte, Instituciones Culturales, y Representaciones de la Alteridad, dijo que las culturas indígenas de tradición náhuatl concebían la existencia de un más allá.

“Uno de los problemas fundamentales en este reconocimiento de la geografía del panteón indígena de tradición náhuatl ha sido la realizada a partir de las fuentes que, desde el siglo XVI, comenzaron a construirse para establecer una idea en torno a la relación y cercanía que podrían tener estas formas, creencias y prácticas con las prácticas occidentales”.

Miembro del Consejo Académico del Departamento de Arte, Soto Cortés explicó que hay cuatro ejes fundamentales sobre la relación existente entre las ideas de la muerte en el mundo prehispánico y aquellas que se van a forjar en el mundo virreinal.

El primero, expuso, es “la buena muerte”, donde la humanidad busca, en términos generales, la consecución de un buen deceso. “La muerte adquiere un nivel o representación específica de acuerdo a la causa que la propicia. Por ejemplo, un soldado que fallece en la guerra, o una mujer que fallece en el parto, simbolizan heroísmo y valentía”.

El dos, “certeza de la muerte”, está presente en el mundo indígena y el colonial. “El suceso llega tarde o temprano, lo que dota a la vida de fugacidad”.

Sobre “Arreglar la vida”, tercera vertiente, expuso que la muerte es imprecisa en términos de cómo, cuándo y dónde va a ocurrir; por tanto, debemos evitar cuentas pendientes de diversa índole, antes del inesperado pero certero día.

El cuarto, “perspectivas actuales”, se refiere a la multiculturalidad. “Las tradiciones cristianas actuales sobre la muerte, incorporan elementos prehispánicos”.

“Los elementos extranjeros que provienen de puntos geográficos distintos al americano en un altar de muertos son: pira funeraria, cruces, veladoras, papel de China, calaveras de azúcar, pan de trigo, tabaco, fotos, destilados, y algunas frutas como papaya, plátano, manzana y naranja. Estos elementos prevalecen hasta el día de hoy”, añadió.

La historiadora Sara Baz Sánchez, profesora e investigadora también de la Universidad Iberoamericana, refirió que, a partir del siglo XV, después de una serie de condiciones psicosociales y geográficas tuvieron una fuerte repercusión en la economía y en la población europea occidental, resultado de la peste bubónica de 1348 a 1351, en la Edad Media tardía.

La especialista en historiografía precisó que, aun entendiendo las particularidades de las culturas prehispánicas, de cada grupo, o de cada subregión, se requiere estudiar los textos, analizar las concepciones de esas cosmovisiones para entender qué es lo que está pasando hasta nosotros y qué no.

En este proceso, dijo que se detecta una interrupción poderosa como la que dejó la plaga de la peste bubónica en el siglo XIV que, en el siglo XV, tuvo manifestaciones en fuentes o textos concretos que se conocen como preparaciones para la muerte.

Sobre la interrupción que observa en el siglo XIV, dijo que tiene una continuidad histórica hasta la ruta geográfica de lo que hoy es México y que conformaba parte de una enorme territorialidad simbólica conocida como monarquía hispánica o monarquía compuesta (entre los siglos XVI y XVIII), pero, sobre todo, como una misma unidad de creencias y cohesión en los siglos XVI y XVII. En esta red de creencias, la muerte se instaló como parte fundamental.

La especialista refirió que a través de textos e imágenes se buscaba alcanzar una reflexión sobre lo único seguro que se tiene, que es la muerte, y no se podía enfrentarla en una situación de crisis, es decir, nuestra vida se debía encaminar a resolver una serie de cuestiones para que, cuando llegara ese momento, se estuviera preparado para afrontarlo; al final se trataba de una orientación para el bien morir.

También se contaba con los Ars moriendi, pequeños libros de muy corta extensión que mostraba ilustraciones, por ejemplo, una persona moribunda rodeada por Satanás y sus huestes, entes que buscan arrebatarle su alma. Hacían referencia a tentaciones demoniacas como la pérdida de fe, desesperanza, impaciencia, vanagloria y avaricia, de acuerdo con la historiadora. Este material se fue conformando como parte de un imaginario que cruzó toda la cultura occidental y llegó a la Nueva España.

También aludió a los ejercicios espirituales de Juan Ignacio de Loyola (1548), que implicaron un método de visualización (desde una perspectiva de lugar) que fue tomado por muchos de los sacerdotes de la Compañía de Jesús para elaborar estas preparaciones para la muerte y desarrollar un sistema de meditación mucho más efectivo.

En tanto, el método del sacerdote dominico Melchor Cano no logró escribir textos que tuvieran tantas repercusiones e impacto en una comunidad de lectores y ejercitantes como las que logró Juan Ignacio de Loyola, debido a que su sistema era mucho más difícil de seguir.